El extraviado (y suculento) arte de crear playlists

Los DJs tienen una chamba infravalorada y un tanto incomprendida: deben crear un ambiente chingón, agradable, con la música adecuada. Y tiene su chiste.

En el tiempo en que trabajé en la radio, aprendí que programar música para otras personas es un pequeño arte por sí mismo. Al momento de llenar los bloques musicales, hay que tener cierta maña para vincular una canción con otra y conectar con la gente, captar su atención.

Poner canciones en secuencia llega tan lejos como uno quiera llevarlo. Se puede hacer en modo chambón, mecánico—por mera inercia—o cuidando cada detalle, como general que dirige a sus tropas y planea cada movimiento. Veamos:

Nivel 1: chile, mole y pozole

En esta escala, en realidad no hay un parámetro claro más allá del hecho de que una canción le guste a quien diseña la playlist. Si le agrada, va al carrito; por lo tanto, no hay barreras sonoras. Si llega a haber alguna congruencia estilística, es casi un accidente. No hay diferencia si suena en orden o en shuffle, pues en realidad no hay un hilo conductor.

Nivel 2: canciones para un lunes por la mañana

Aquí ya hay una curaduría más trabajada y un propósito detrás.

Se conectan piezas que comparten un determinado mood o una temática; pueden ser canciones pertenecientes al mismo género o corriente artística. O hay una asociación por las connotaciones históricas, culturales, temporales y hasta cinematográficas de sus elementos. Por ejemplo: rolas que sonaron en películas y series de David Lynch, o el infame mixtape para un lunes por la mañana de High Fidelity.

Nivel 3: ya vas agarrando la onda

Se toman en cuenta elementos técnicos y detalles que terminan por redondear la selección. Me refiero, por ejemplo, al crossfading para lograr transiciones más naturales: el fade-out de una canción que se funde con el fade-in de la siguiente. Plataformas como Spotify ya permiten jugar con ello.

Cobran relevancia los contrastes controlados y la polaridad emocional. Es decir, saber en qué momento subir el ritmo, cuándo colocar picos, descansos estratégicos y subir de nuevo el pacing. Establecer si la playlist es ascendente, descendente o cíclica en lo que refiere a intensidad.

Es similar a la lógica de un artista a la hora de armar su setlist para un concierto: hay que pensar qué efecto causará cada corte en la audiencia, su posible reacción. Se debe evaluar el peso emocional de cada pieza y cómo interactúa con la que le precede y la que sigue, pues hay cierta narrativa, un storytelling detrás.

Por ejemplo, una buena playlist para ejercicio cardiovascular tiene los elementos necesarios para llevar a alguien por distintas etapas de intensidad e incluso darle un mejor rendimiento en la sesión. El contexto lo es todo.

Nivel 4: tás enfermo, pá

En este nivel entran en juego conceptos teóricos un tanto más profundos.

Se procura la tonalidad y modos, que las canciones tengan progresiones armónicas similares o complementarias, que el groove y el tempo—los beats por minuto—mantengan una energía homogénea.

La paleta sonora debe ser congruente: el tipo de mezcla y producción (analógica vs digital, sonido cálido vs brillante), la cohesión de la instrumentación, arreglos y orquestaciones. Se considera la sensación de espacialidad, es decir, que los sonidos se perciban más amplios o más íntimos, según su mezcla estéreo o sus efectos de paneo.

El espectro de frecuencia también se toma en cuenta. Para evitar fatiga auditiva, se necesita un equilibrio de frecuencias que no sature con largos lapsos de bajos pesados o agudos muy chillones.

Para todo esto es posible, incluso, aplicar inteligencia artificial y desarrollar modelos avanzados de playlists, según su propósito, parámetros, elementos teóricos y otros aspectos. Pero eso, la neta, le quita toda la diversión y lo satisfactorio a ese proceso artesanal y tan humano que es crear listas de reproducción propias, ya sea para gozo personal o compartido. Playlists impersonales ya hay muchas. Di no al algoritmo. 🚫

Dejo, pues, a disposición del respetable, una de mis preferidas. Puro rolón enfermo, padrino.

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