La primera vez que vi el documental sobre Ayrton Senna (Senna, 2010), apenas podía creer su historia de vida.
Parecía el guión de una película, de un personaje de ficción. Pensaba que habían exagerado algunas cosas o que se habían inventado otras tantas. Que los antagonistas del relato eran desproporcionados respecto a sus contrapartes reales. Pero no, todo está bien documentado: de verdad ocurrió.
No podía entender por qué Senna no era igual de popular que Michael Jordan, su compatriota Pelé, o que figuras como Michael Schumacher y Lewis Hamilton fueran, en ese momento, más reconocidos dentro de la Fórmula 1.
A pesar de todas sus hazañas, parecía ser un personaje de culto un tanto relegado, olvidado, al menos entre mi generación y las siguientes.
No es el piloto con más campeonatos o carreras ganadas en la categoría. Pero cuando a los corredores de F1 les preguntan quién es el mejor de todos los tiempos, la respuesta es casi unánime: Senna. ¿A qué se debe?
La suya es la clásica historia del underdog, del hombre contra la adversidad, de aquél que desafiaba todos los pronósticos y probabilidades. Le pusieron cualquier cantidad de desventajas y trabas dentro y fuera de la pista, pero pudo superarlas con puro esfuerzo, talento y convicciones.
¿Por qué, entonces, tanta gente desconoce su historia? Tengo diversas teorías al respecto. Pero esta situación, por suerte, ha ido cambiando en los últimos años.
El segundo aire de Ayrton Senna da Silva
La Fórmula 1 experimenta un notable revival. En términos mediáticos, podría decirse que está en su mejor momento y que es cada vez más masiva, menos de nicho.
Las audiencias han logrado conectar con Verstappen, Hamilton, Leclerc, Sergio Pérez y sus respectivos dramas cada fin de semana. Pero también sienten cada vez más curiosidad por saber cómo era antes la Fórmula 1 y lo que ocurría entre las antiguas escuderías y pilotos. Es un deporte con mucha historia, después de todo.
La nueva mini serie de Netflix, Senna, ha puesto al brasileño una vez más en el radar de nuevos y viejos fans de la F1.
Para quienes ya lo conocen, es pura gozadera. Muchos factores juegan a favor de esta bio-serie: la recreación precisa del automovilismo de los 80 y 90, un casting perfecto, un memorable tema musical y la fiel representación de los momentos clave en la vida de Senna, replicados con conocimiento de causa. Se nota el respeto hacia su nombre y su legado.
Logra transmitir la emoción de las carreras icónicas del brasileiro, del fenómeno que representó su paso por el automovilismo y sus hazañas casi de película. Son seis episodios bien estructurados, bien aprovechados. Lejos de decaer, cada uno entusiasma más que el anterior.
Pero el mayor acierto de Senna es que hace énfasis en uno de los aspectos más admirables del piloto: el evidente orgullo por sus raíces y la forma en que siempre las portó como un arma en un ambiente tan hostil, politizado y clasista como la Fórmula 1. Su natal Brasil y el idioma portugués son protagonistas por sí mismos dentro del relato.
Y es que más allá de las glorias deportivas, Senna nunca se olvidó de su familia, de su país, de sus fans ni de la pobreza que siempre ha castigado a Latinoamérica. Hizo todo lo que pudo para ayudar a su gente, para retribuirle, para darles la oportunidad que la vida les negó.
Mi escepticismo hacia Netflix era alto; muchas cosas pudieron salir mal en esta producción. No era fácil hacerle justicia a una figura de esta talla. Pero han logrado recrear casi a la perfección no solo la vida de Ayrton Senna, sino toda la Fórmula 1 de antaño hasta en los más pequeños detalles.
No sé qué sea lo más ideal: si ver primero el documental y luego la serie o viceversa. Lo cierto es que la biografía de Senna es tan extraordinaria que fácilmente puede alternar entre la realidad y lo que parece ficción. Y en este caso, el orden de los factores no altera el producto: una historia digna de contarse y de ser escuchada.
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