”Beached”, o el significado del paraíso, según Leonardo DiCaprio

Reseña | ‘Beached’ – Orbital & Angelo Badalamenti (2000) | Canciones

Recuerdo con cierta precisión el día en que conocí ‘Beached‘, de Orbital y Angelo Badalamenti.

Era un viernes por la tarde y había salido temprano de la oficina, a las catorce horas. Y lo que sucedió en aquella ocasión podría calificarlo como obsesión a primera escucha.

Viajaban conmigo algunos compañeros de trabajo, a quienes solía acercar a su destino luego de una semana laboral de locos. Todos compartíamos la urgencia por largarnos lo antes posible, para así aprovechar cada minuto del anhelado fin de semana.

La temperatura era inclemente y el tránsito vehicular, lento. Los bólidos avanzaban apenas unos metros cada varios segundos. El clutch recibía castigo una y otra vez. Acelero, freno, claxon.

Prendí la radio: Ibero 90.9, la vieja confiable. En sus mejores épocas, me condujo varias veces hacia sorpresas auditivas invaluables. Benditos programadores.

De las bocinas salió algo que al poco tiempo me sedujo con un beat perfecto y sampleos majestuosos. No sabía qué escuchaba, pero de pronto me visualicé en la playa, con el rayo del sol a pleno, una cubeta de chelas cerca y el mar frente a mí. Casi nada.

Pasaron los segundos y cada secuencia solo hizo que me rindiera ante la grandeza de lo que sonaba. No resistí más: pedí al copiloto que rastreara el tema con Shazam.

“Beached” fue el inusual nombre que arrojó la aplicación. No lo escuché muy bien, así que me acerqué para ver la pantalla del teléfono. Beached – Orbital, se leía. Me fijé el objetivo de no olvidar ese nombre durante el trayecto. Beached, beached, beached, repetí mentalmente.

Al llegar, lo primero que hice fue buscar el mentado “Beached”, de Orbital, en internet. Descubrí también que la pieza base es de la autoría de Angelo Badalamenti, compositor de los scores de Blue Velvet y Twin Peaks, de David Lynch, por ejemplo. Me pregunto, por otro lado, si Spotify se dignará algún día a añadirla de nuevo a su catálogo.

Denle otro óscar a Leo

El discurso de Leonardo DiCaprio al inicio y final de la canción pronto se adhirió a mi memoria con carácter permanente.

Más tarde supe que es, en realidad, una compilación de varias líneas de diálogo que aparecen durante las primeras y últimas escenas de The Beach, de Danny Boyle. Y al ponerlas juntas, como lo hizo Orbital, demuestran una gran congruencia retórica. Le creo a DiCaprio cada palabra.

El alegato entero pareciera provenir más bien del Tyler Durden de Chuck Palahniuk. Después de todo, el libro y la adaptación cinematográfica de The Beach vieron la luz casi al mismo tiempo que Fight Club: 1997 y 2000. Con el tiempo he llegado a darle mucha importancia a estas líneas, quizá demasiada.

Trust me
It’s Paradise
This is where the hungry come to feed
For mine is a generation that circles the globe
in search of something we haven’t tried before
So never refuse an invitation
Never resist the unfamiliar
Never fail to be polite
and never outstay your welcome

Just keep your mind open and suck in the experience
And if it hurts,
you know what? It’s probably worth it

You hope and you dream
But you never believe that
something is going to happen for you
Not like it does in the movies
And when it actually does
You expect it to feel different
More visceral
More real
I was waiting for it to hit me

I still believe in paradise
But now at least i know it’s not some place you can look for
‘Cause it’s not where you go
It’s how you feel for a moment in your life
And if you find that moment, it lasts forever

It lasts forever
Lasts forever

The Beach, dolorosamente vigente

The Beach dista mucho de ser una película perfecta. No obstante, su final es de lo mejor de la época: pareciera advertir lo que se avecinaba en las décadas siguientes.

La era digital comenzaba en aquél lejano 2000, y desde entonces mucho y poco ha cambiado. Seguimos con las cabezas pegadas al monitor, solo que ahora por más tiempo y con mayor variedad de pantallas.

En la historia, Richard, el personaje de DiCaprio, se ausenta durante meses del mundo real, tras retirarse a una paradisiaca playa. Y al volver todo sigue igual, como si nunca se hubiera ido.

Su existencia o ausencia no marcaban diferencia alguna. Todos sus compañeros siguieron trabajando en la oficina como autómatas de carne y hueso. El único cambio sustancial que ocurrió fue personal, interno, una experiencia trascendental que solo él entiende y recuerda. Y el mundo sigue girando.

Entre más pienso en ello, más me convenzo de que Richard tenía razón. El paraíso podría ser un momento o una fase vital que vivimos de manera inconsciente. Un instante que pasa desapercibido podría ser el más prospero y significativo que viviremos jamás, y no lo sabemos. Heaven is a place on Earth, decía Belinda Carlisle.

Bien lo apuntaba el buen Andy Bernard al final de The Office: “Ojalá hubiera una manera de saber que estás en los buenos viejos tiempos antes de dejarlos”. Personajazo.

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